martes, 27 de marzo de 2012

El déficit de yodo es la primera causa de retraso mental y parálisis cerebral

El déficit de yodo sigue siendo la primera causa de retraso mental y parálisis cerebral evitable en el mundo, afectando en mayor o menor medida al desarrollo y bienestar de más de 1.000 millones de personas, la quinta parte de la población mundial. Se estima que hoy en día cerca de 2.200 millones de personas corren riesgo de sufrir yododependencia por vivir en zonas con una prevalencia de bocio en la población general superior al cinco por ciento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
   El nombre de «yodo» deriva del griego «ioeidés», que significa «de color violeta»; flor que se encuentra en valles y suelos ricos en yodo. Su denominación se la debe a sir Humphry Davy y a Gay-Lussac, quienes confirmaron el descubrimiento de este oligoelemento que realizó Bernard Courtois en 1811. Esta sustancia está presente de forma natural en los océanos. Algunos peces marinos y plantas acuáticas lo almacenan en sus tejidos. Se añade a casi cualquier sal y es un ingrediente del pan, el pescado y las plantas oceánicas, pero habitualmente desconocemos lo que aporta a nuestro organismo.
   imprescindible para las tiroides
   El yodo es esencial para el funcionamiento de las hormonas tiroideas, las cuales juegan un papel fundamental en el metabolismo de la mayor parte de las células y en el proceso de crecimiento y desarrollo de todos los órganos, especialmente del cerebro. Una deficiencia de yodo en el embarazo y la infancia temprana puede derivar en cretinismo (un retraso mental irremediable y deterioro severo de las facultades motoras).
   En cuanto a los adultos, una ingestión baja (o muy alta) puede causar hipotiroidismo. Éste puede manifestarse en bajos niveles de energía, con la piel seca o amarillenta, entumecimiento de las extremidades, aumento de peso, falta de memoria, cambios de personalidad, depresión, anemia y menstruación prolongada y dolorosa en mujeres. El bocio, es decir, un tiroides engrandecido que es visible entre la nuez y las clavículas, es otra de las enfermedades más frecuentes.
   El hipotiroidismo puede también iniciar el síndrome del túnel carpiano y el fenómeno de Raynaud. Esta dolencia contribuye a aumentar de manera significativa los niveles de «malo» o LDL y homocisteína y está implicado en un 10 por ciento de los casos de hipercolesterolemia, según la Asociación Vegana Española. La deficiencia en la dieta afecta con más frecuencia a mujeres que a hombres y es más común en embarazadas y adolescentes.


   Las necesidades de yodo varían a lo largo de la vida, y proporcionalmente son mayores en la edad infantil. La dosis de yodo recomendada es de tan sólo 50 microgramos al día desde el nacimiento hasta los 12 meses, 90 de uno a seis años, 120-150 durante la adolescencia y la edad adulta, y 250-300 durante el embarazo y la lactancia, según se señala en «Yodo y Salud en el Siglo XXI», publicado por European Pharmaceutical Law Group. Un cuarto de una cucharada pequeña de sal de mesa yodada proporciona 95 microgramos de yodo y una porción de 170 gramos de pescado de mar suministra 650 microgramos.
   De acuerdo con el indicador de la OMS que valora los años vividos sin discapacidades, la yodación de la sal es una de las acciones más eficaces para la promoción de la salud, junto a la lactancia materna, los suplementos de vitamina A y la fortificación de los alimentos para los niños.
   Gracias a una colaboración entre los gobiernos, la industria salinera, las agencias internacionales para el desarrollo y las ONG, el consumo de sal yodada a nivel mundial ha pasado del 20 por ciento en 1990 a más del 70 por ciento en 2000. En el año 2002 cerca del 90 por ciento de la población de 27 países en vías de desarrollo usaba sal yodada adecuadamente. Como resultado de la yodación universal de la sal, llevada a cabo con éxito en tantas naciones, ha mejorado, por tanto, la ingesta de yodo de la población en general. Alrededor de 91 millones de niños son protegidos cada año de sufrir algún grado de deterioro neurológico y problemas de aprendizaje.
   Sin embargo, otro 30 por ciento de hogares en el mundo todavía no la consumen, lo que limita el desarrollo humano y económico, la productividad y la capacidad de aprendizaje, con un gran costo para la sociedad. Esto implica que la deficiencia en micronutrientes, que incluye la deficiencia de vitamina A, hierro y yodo, puede llevar a una reducción en el crecimiento económico nacional de hasta un cinco por ciento, según se publicó en un informe de Naciones Unidas.

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